domingo, 20 de junio de 2010

Artículo sobre la innovación educativa.

El ser humano tiene una cantidad considerable de años a sus espaldas en cuanto a la existencia de la especie se refiere. A lo largo de todos esos años, ha ido adquiriendo dominio sobre la naturaleza. Descubrió el fuego, inventó la rueda, impuso la propiedad privada, etc. Así, la evolución de la técnica fue creciendo a un ritmo más o menos regular, no tan exponencial como lineal, pasito a pasito. ¿Pero qué ha ocurrido últimamente?
Pues bueno, tras la revolución francesa ya comienza a surgir la química, la estadística ya era una ciencia del Estado (véase que las raíces de ambas palabras son prácticamente idénticas). La química y la física evolucionan a ritmos trepidantes, Dios muere, Darwin propone su teoría de la evolución de las especies, ocurren las revoluciones industriales, etc. La cuestión es que desde hace unos doscientos años, aproximadamente, la sociedad se ha transformado a pasos agigantados, a una velocidad tremenda. La Educación comienza a ser una necesidad para la formación de ciudadanos (bien formados, válgame la redundancia), surgen los Estados de bienestar, etc. Los avances tecnológicos se desarrollan cada vez con mayor frecuencia. Las sociedades primermundistas cuentan con bastísimos recursos, incluso con los recursos de las sociedades tercermundistas. El neoliberalismo da paso a una especie de internacionalismo y anarquía del capital, aunque claro, hay un gobierno, pero es un gobierno compuesto por unos pocos e injustos (por su propia naturaleza) plutócratas. Se da paso a la globalización. Hay una sobreexplotación de nuestros receptáculos debido a la ingente cantidad de estímulos (información) que nos avasalla continuamente. El mundo no para de cambiar. Todo es devenir, y en ese devenir todo es incertidumbre. ¿Pero cuánto ha cambiado la escuela en tanto que institución en estos doscientos años? Prácticamente nada. En muchas escuelas encontramos maestros sin vocación, sin autonomía, sin pasión por su labor. Maestros que ejercen los mismos métodos que se vienen ejerciendo desde hace muchos años, cuando se ha demostrado que hay métodos pedagógicos mucho más válidos para el pleno desarrollo del potencial humano. Por otro lado, no sólo no ha cambiado sino que todos los maestros enseñan lo mismo. Eso que dicen de que cada maestrillo tiene su librillo..., sí, es cierto, pero resulta que es el mismo libro de texto. En las escuelas se pretenden crear robots, despersonalizar a las personas es lo que se consigue cuando uno no levanta la mirada del libro de texto que tiene delante y trata de comprender que están ante una multitud de cabezas pensantes con sus propios intereses. El aprendizaje que provocan en la mayoría de los casos no pasa de ser meramente memorístico. El currículum es enciclopédico, igual para todos.




Una vez expuesto el problema del estatismo frente al brutal dinamismo de la sociedad, es muy pertinente mencionar en qué consiste la innovación educativa. Pues bien, las palabras del propio concepto ya contienen un significado bastante esclarecedor, “innovación”. Innovación porque se busca romper con lo de siempre, con la tradición, con el hecho de que la escuela se reduzca a ser una institución enemiga de la felicidad que busca socializar a toda costa, incluso a costa de educar. “Educadora”, porque se busca que se esté llevando un verdadero proceso educativo, no meramente socializador. La gente no quiere aprender de forma forzada algo que no proviene de su propio interés, es normal, hemos creado anticuerpos a un sistema dictatorial.

La sociedad está enferma, y es conveniente sanarla, puesto que intentar curarse a uno mismo en una sociedad así es un poco como nadar a contracorriente, y conviene prevenir antes que curar. El contexto es muy importante, y necesitamos un contexto sano, para que en ella puedan convivir individuos sanos. Así pues, hay que transformar las cosas, y el mejor modo de transformar las cosas, de sanar a la sociedad, es sirviéndonos de la Educación. Pero más que cambiar el sistema educativo, que es muy importante, es aún más importante cambiar la forma en que se enseña a enseñar. Debe darse un cambio en la Educación de los educadores. Nosotros vemos la realidad a través de nuestra mente. Ahora bien, nuestra mente, en ese sentido, actúa como una lente, y si cambiamos la lente de la mente, podemos cambiar la forma de ver la realidad, alcanzar otros modos de ser, de sentir, de saber, de ser conscientes. Es por ello, que para transformar nuestra realidad, hemos de transformar las mentes de los educadores.

“La escuela se ha quedado a años luz de la sociedad. Hablo en general, porque hay escuelas innovadoras, como la nuestra, en las que intentamos situarnos en el siglo XXI. Hay una pedagoga argentina, que decía que la escuela es reducto del siglo XIX donde se siguen utilizando los mismos métodos, las mismas cartillas, etc, que hace doscientos años. Imaginad que hoy en día los médicos siguieran haciendo lobotomías, etc., eso es impensable. Esa pedagoga afirma que cuando eres conocedor de algo, y alguien te cuenta algo nuevo y mejor, tienes la obligación moral de hacerlo. Si sé que un niño aprende a leer mejor con más comprensión de una determinada manera, pues tengo que probarlo. No puedo excusarme en que como siempre lo he hecho así, y yo soy muy cómodo, pues no cambio. , y sin embargo la escuela no ha cambiado nada, pero sobretodo, porque los docentes y las docentes no estamos dispuestos al cambio. Solo ha cambiado la ley. Creemos que todo es así y ya está, que tienes tus apuntes, tus cosas, pero sobretodo el libro de texto, que ha sido la gran rémora del sistema educativo. La sociedad ha cambiado absolutamente. Si sé que un niño aprende a leer mejor con más comprensión de una determinada manera, pues tengo que probarlo. Yo creo que el dinero es el que manda en esta sociedad, y que los intereses económicos van dirigiendo hacia donde vamos, casas con cuatro televisores, videoconsolas, etc., idiotizando a gente, que piensa que esa es la mejor manera de vivir, etc., y ante ello sucumbimos todos. Si no participas aunque sea mínimamente en ese sistema, te quedas al margen, y eres marginado.A mi me parece, que la escuela se encarga en parte de formar autómatas, de generar robots, de conducir a todos a un pensamiento único, a no fomentar el cuestionamiento, a ser críticos, por ejemplo, con esto de los libros, a no anteponer mis propios intereses. Yo creo que pasa algo parecido en la familia. Al igual que en la escuela se sustituye la labor de los docentes con los libros. A mi me parece que en las familias ya no educa la familia, sino otras cosa, como el televisor, etc., en la lógica del consumo, el acriticismo, la lobotomía de la publicidad. Es como que en parte interesa que estemos separados, que las familias no eduquen, que no seamos críticos” (Entrevista a Isabel).

Los contextos nos influyen mucho, y nuestro contexto sociocultural tiene algunas características que conviene mencionar. Por un lado, la cultura de la participación se presupone activa, cuando en muchas ocasiones es pasiva. Es decir, la gente se limita a participar en estructuras preestablecidas, y es necesario para transformar, crear. El desarrollo económico impide en gran parte el desarrollo humano, o al menos de gran parte de la humanidad. Los privilegios de unos pocos, son la gran rémora de muchos. Las tendencias del capitalismo, como el voraz consumismo, hace que la Educación gire en el sentido en el que gira el capital, es una rueda subyugada al sistema económico. Con tanto consumir no valoramos lo que tenemos, desforestamos y contaminamos el planeta, nos volvemos unos seres egoístas y caprichosos cuya mirada al otro está cargada de desconfianza, odio, e incomprensión. Nuestra participación en la política se reduce al rito electoral, al menos en la práctica del ciudadano medio. Los medios de comunicación nos manipulan a su antojo. Vivimos en una realidad virtual, que a modo de jaula, nos encierra, y es erigida por los interesados. Recluidos y asilados de los demás, así es como vivimos, llevados por la urgencia sin plantearnos el sentido de nuestra propia vida, el camino de autodestrucción que sigue la humanidad. La política se ha convertido en el arte del poder, de la manipulación. Todo vale, no hay moral, no hay bien, y tampoco hay mal. Las contradicciones son sangrantes. Unos tienen mucho, los otros muy pocos. Los más gordos están arriba, y los más flaquitos abajo. La gente no es feliz. Además, siempre pospone la búsqueda/realización de la felicidad, de la libertad, del cambio, etc., para mañana, para un mañana que nunca llega y que se escapa de nuestros dedos incluso antes de que llegue a ser presente. Los docentes hacen como que no ocurre nada, familias y escuelas se culpan mutuamente y se lavan las manos ante la ausencia de responsabilidades que les incumben a ambas. Las bajas por depresión se suceden entre los docentes, y lo que no son docentes.

Cuando venimos al mundo, somos seres plenos, muy vitales, alegres, sanos (espiritualmente), pero nos topamos con una sociedad corrupta, enferma, que nos enferma, que nos convierte en personas grises, socializadas, manipuladas, oprimidas, ultrajadas, egoístas, aisladas. En esta sociedad, la escolarización y la enseñanza constituyen dos de los peores enemigos de la felicidad y de la realización humana, los peores sitios donde encerrar a nuestra esencia, habitáculos que sólo nos permitirán vivir en la cáscara de nuestro ser. Se debe procurar además una educación íntegra e integral, holística, ya que el ser humano es un microcosmos, un todo, un ser bastante completo, y no un ser fragmentado. Es por ello que el sueño de muchos filósofos, antropólogos, etc., es ofrecer una imagen holística del ser humano, y una imagen holística de la sociedad en tanto que las personas somos animales políticos. En la mayoría de las escuelas no se atiende al aspecto emocional, y el aspecto emocional. Las personas deben aprender a ser, y ese aprender a ser implica el conocimiento de nosotros mismos, de nuestros deseos, con el fin de vivir realmente como anhelamos en lo más íntimo de nuestro espacio interior. Debemos aprender además a dirigir nuestras emociones, a regularlas, a convivir, a hacer, a aprender, a relacionarnos, a comprender las emociones de los demás (y las propias). Todo ello debe formar parte de la educación de los educadores con el fin de que sea la semilla que germinará en la Educación del mañana, educando desde hoy. El problema es que en nuestra sociedad enferma el conformismo ha sustituido a la vocación, y junto con el pesimismo reinante, el sistema educativo está en decadencia. Una buena educación emocional nos permitirá afrontar mejor los retos que la vida nos presenta. La Educación debe ser además, emancipatoria., el ser humano ha de buscar su libertad, liberarse del producto de todo el proceso de socialización que han sufrido.

De hecho, muchas profesionales están de acuerdo en casi todo esto, tanto los docentes, como los filósofos, incluso los ministerios y los gobiernos, pero claro, es ahí donde nos damos cuenta de lo lejos que están entre sí en ocasiones las palabras y los hechos. Es necesario que el Mundo despierte de su letargo, de su sueño, y comience a plantearse los interrogantes últimos que darán sentido a nuestra existencia, permitiendo pasar a través de los poros de la cáscara nuestro ser, pasando a llenar el vacío que nos ocupa: ¿Qué soy?, ¿dónde voy?, ¿de dónde vengo? Pues bien, somos ciudadanos del Mundo, habitantes del Universo que vamos a la deriva, guiándonos de la luz de la conciencia, luz que ilumina a las cosas y a las propias mentes, luz que nos hace pensar que algo va mal, que ese algo que viene de fuera a calado en nosotros mismos, y a partir de ese ser conscientes de eso, se produce una resistencia, una resistencia que nos hace querer cambiar las cosas, innovar. Esas preguntas, vienen motivadas por la curiosidad, y propiciar la curiosidad debe ser uno de los principales objetivos de la Educación. Alguien dijo una vez que si enseñábamos algo a alguien, impedíamos en cierto sentido que lo aprendiera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario