viernes, 5 de marzo de 2010

Uno toma conciencia de si mismo, se vuelve un egocéntrico, situación de la que se hace bastante difícil salir. Uno va forjando una imagen de si mismo. Va forjando su personalidad, y también esta va floreciendo, pues no creo que toda la personalidad sea una forja a voluntad del individuo. Ese proceso de toma de conciencia, de forja de la identidad individual, comienza en la infancia, y no cesa nunca, bueno, si cesa, junto con la vida del individuo.


En la adolescencia su yo entra en nuevos ámbitos, y tiene que forjar la personalidad a nuevos niveles. Numerosas son las preguntas que surgen y difícil es responder a las mismas.

¿Qué somos?

¿Soy mi nombre?

¿Soy alto?

¿Soy inteligente?

¿Soy guapo?

¿Resultará satisfactorio mi pene al otro sexo?

¿Seré gay?

Me gustan las mujeres.

¿Seré bi?

Demasiada presión social para sincerarme conmigo mismo.

¿Soy la medida de todas las cosas?

¿Quien soy?

¿Cómo soy?

¿En qué me diferencio de ti?

¿Es esa diferencia real, o aparente?

Si es real, ¿es construida por mi, o constitutiva de mi?

¿Cuáles son las características de mi personalidad?

¿Debajo de la máscara que me construyo ante los demás y ante mi mismo, hay algo?

¿Otra máscara?

Y si la hubiera, ¿qué habría debajo?

¿Un abismo?

¿Una nada absoluta?

¿Espacio sin materia?

¿Soy lo que los demás dicen que soy?

¿Soy lo que los demás quieren que sea?

¿Dicen los demás que soy como soy?

¿Soy un cuerpo?

¿Soy una mente?

¿Un fantasma en la máquina?

¿Soy mi alma?

¿Soy materia?

¿Soy impulsos eléctricos?

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